martes, 9 de octubre de 2012

MEMORIA: A 43 AÑOS DE LOS ROSARIAZOS

Ignoramos en su mayoría que muchas de las calles que solemos transitar en nuestra alienada rutina de trabajo fueron en otro tiempo escenario de resistencias y barricadas. No es que no haya existido la explotación y la represión como hoy, solo que hubo quienes se animaron a desafiarlas.

El 25 de junio de 1966, un golpe militar derrocaba al gobierno del radical Arturo Illia. Las Fuerzas Armadas encabezadas por el general Juan Carlos Onganía inauguraban así, una vez más, una etapa de autoritarismo y represión en nuestro país. El nuevo gobierno militar levantó la bandera del anticomunismo acérrimo, la censura política, la represión a las luchas obreras, el oscurantismo y la decadencia de las ideas, las manifestaciones culturales y la educación.

Aquí en Rosario y su zona de influencia la implementación de la política económica generaba duros efectos. Masivos despidos y suspensiones en las empresas metalúrgicas y el incremento de las villas de emergencia como consecuencia de la radicación de trabajadores migrantes provenientes mayormente del interior santafesino, fueron factores condicionantes del descontento generalizado.

A principios del ‘69 las grandes inundaciones que afectaron particularmente a Empalme Graneros y la indiferencia de la dictadura frente a este problema llevó al máximo la indignación del barrio.
En la Universidad de Rosario, en el marco de una rigurosa política que negaba el diálogo con los estudiantes, se gestaba una creciente agitación. Los límites impuestos a los cursos de ingreso y el mantenimiento de la Universidad Tecnológica fueron algunas de las problemáticas que movilizaron la agitación estudiantil. El descontento que ya empezaba a manifestarse en 1967 y 1968 se transformaría en 1969 en ofensiva de los los sectores populares. La rabia de los estudiantes y obreros, estallaría primero en mayo y luego en septiembre. Nacían los “Rosariazos”.

El 15 de mayo es asesinado en Corrientes el estudiante Juan José Cabral. En Rosario la solidaridad no se hizo esperar: se llevaron adelante diversos actos, asambleas y marchas de protesta. Desde la Facultad de Medicina partió una columna de 800 estudiantes hacia el microcentro. Al llegar a las calles Córdoba y Entre Ríos se produjeron corridas y disparos de la policía que pretendió cerrar el paso a la manifestación. Una parte de los estudiantes se refugió en la galería Minipal. La policía ingresó también a la galería, y uno de ellos disparó alcanzando al estudiante de Ciencias Económicas Adolfo Ramón Bello. Las esquinas de Santa Fe y Entre Ríos, Rioja y Corrientes y Córdoba y Corrientes, fueron escenario de enfrentamientos que hicieron retroceder a las fuerzas policiales. Parte de la manifestación llegó hasta la sede de la CGT que se encontraba en la Jefatura de Policía. Barricadas y hogueras encendidas con papeles y elementos que suministraban la población desde sus casas y edificios, servían como obstáculos para la acción represiva y asimismo delimitaban el territorio que se ocupaba desalojando de él a las fuerzas del orden.

Las herramientas de defensa frente a la policía fueron piedras, palos, hierros recortados, cables tendidos y alambres. El enfrentamiento duró cuatro horas y dejó el centro de la ciudad en poder de los manifestantes. Sin embargo, a pesar de la retirada de la policía, una nueva víctima quedaba como resultado de la brutal represión: Luís Norberto Blanco, un obrero metalúrgico de tan solo 15 años.

Los acontecimientos de septiembre encontraron su origen a partir de un conflicto obrero ocurrido en la Unión Ferroviaria Rosarina. En 1969 coexistían en la sección Rosario del ex ferrocarril Mitre diversas organizaciones sindicales: La Unión Ferroviaria, La Fraternidad y APDFA.

Los enfrentamientos tuvieron características similares a los del mes de mayo: construcción de barricadas, hogueras, quema de automóviles y trolebuses, ataque a los comercios abiertos y a los grandes establecimientos y bancos. Las instalaciones de la empresa ferrocarriles Argentinos sufrieron un sistemático ataque, quedando destruidas parcialmente. La policía local, encargada del control de la ciudad, debió ser asistida por refuerzos de localidades vecinas. Recién finalizando el segundo día del paro, el Ejército intervino.

Estos hechos parecen hoy lejanos, Rosario hoy “es la mejor ciudad para vivir”, la de “la cultura y el deporte”. La alienación y la represión tienen hoy mecanismos más sutiles.
Por eso la memoria es necesaria, para la próxima barricada.

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