domingo, 19 de abril de 2015

1° DE MAYO

Compañeros: no tengo fuerzas ni voz para complacer al Comité que ha invitado a dirigiros la palabra como otros años, pero os envío estas líneas en prueba de que mi espíritu está con vosotros.

Estoy con vosotros porque vivo al día del fruto de mi labor. No comprendo que los obreros manuales rechacen a los intelectuales. Así como la mano tiene su inteligencia, que es el tacto, la inteligencia tiene su musculatura que es la voluntad. Todo lo que trabaja va junto y hacia el mismo destino. Trabajar es ascender. Todos los que trabajan suben juntos hacia la luz. Lo que nos importa no es distinguir los que trabajan de otra, sino distinguir los que trabajan de los que no trabajan, los propietarios, para los cuales la ociosidad es el hambre o el crimen. Y sí conviene rechazar a los obreros traidores y a los que beben en las sacristías la leche de oveja de la resignación.

¡No nos resignemos jamás! ¡Ante todo, no nos conformemos con nuestros propios vicios, con nuestras cobardías, con nuestra ignorancia!

No creamos jamás que somos bastante sabios, bastante valientes, ni bastante justos. Y después, no nos conformemos nunca con el orden social. Seamos eternos descontentos. No digamos como dijo el dios de los judíos que el mundo es bueno, para un dios idiota y asesino como aquél cualquier mundo era bueno. Pero nosotros diremos que el mundo es malo, porque somos mejores que el mundo, porque hemos venido a embellecerlo, a transfigurarlo y a crearlo nuevamente. ¡Ay de nosotros el día que estemos satisfechos del ministro, del obispo, del general, del juez y del banquero! ¡Ay de los asnos que se enorgullecen que los monten!

Conservémonos en perpetuo gesto de protesta contra todo lo que oprime el lomo, el corazón o la mente. Reclamemos, exijamos, impongamos sin cesar el bien, empujemos el universo hacia adelante. Hablemos con la frente muy alta a los falsos poderosos. No nos acerquemos de rodillas a los dioses moribundos, nosotros que somos los dioses jóvenes. No nos inclinemos ante las ruinas del pasado, nosotros que somos los conquistadores del futuro.

Seamos unidos, seamos fuertes. No basta tener razón, hay que realizarla. Hay que ser fuertes. Y hablemos como hombres, nada de pedir limosnas. Podrían dárnosla, y sería una calamidad. Nada de pedir hospitales, asilos, pensiones de viejos, cloacas donde se tira la carne usada, para tranquilizar la conciencia de los ricos. No les digamos: “piedad, nuestros hijos tienen hambre”. Digamos: “nuestros hijos tienen rabia, una robusta rabia. Son más ágiles, más numerosos y más audaces que los vuestros, y los devorarán”.

Compañeros: criemos a nuestros hijos en el libre examen y en la santa rebeldía. Criémoslos para que triunfen en la sublime batalla, y para que brillen sus claros ojos y sus blancos dientes en la enorme caricia de la aurora.

Rafael Barrett, en La Acción, 2 de mayo de 1910

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